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El objetivo de este blog es la difusión de la labor periodística y revolucionaria de Miguel Hernández, de quien principalmente se conoce su ...

jueves, 2 de enero de 2025

Cartas

 


CARTAS



El palomar de las cartas
abre su imposible vuelo
desde las trémulas mesas
donde se apoya el recuerdo,
la gravedad de la ausencia,
el corazón, el silencio.

Oigo un latido de cartas
navegando hacia su centro.
Donde voy, con las mujeres
y con los hombres me encuentro,
malheridos por la ausencia,
desgastados por el tiempo.

Cartas, relaciones, cartas:
tarjetas postales, sueños,
fragmentos de la ternura,
proyectados en el cielo,
lanzados de sangre a sangre
y de deseo a deseo.

Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra
que yo te escribiré.

En un rincón enmudecen
cartas viejas, sobres viejos,
con el color de la edad
sobre la escritura puesto.
Allí perecen las cartas
llenas de estremecimientos.

Allí agoniza la tinta
y desfallecen los pliegos,
y el papel se agujerea
como un breve cementerio
de las pasiones de antes,
de los amores de luego.

Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra,
que yo te escribiré.

Cuando te voy a escribir
se emocionan los tinteros:
los negros tinteros fríos
se ponen rojos y trémulos,
y un claro calor humano
sube desde el fondo negro.
Cuando te voy a escribir,
te van a escribir mis huesos:
te escribo con la imborrable
tinta de mi sentimiento.

Allá va mi carta cálida,

paloma forjada al fuego,
con las dos alas plegadas
y la dirección en medio.
Ave que sólo persigue,
para nido y aire y cielo,
carne, manos, ojos tuyos,
y el espacio de tu aliento.

Y te quedarás desnuda
dentro de tus sentimientos,
sin ropa, para sentirla
del todo contra tu pecho.

Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra
que yo te escribiré.

Ayer se quedó una carta
abandonada y sin dueño,
volando sobre los ojos
de alguien que perdió su cuerpo.

Cartas que se quedan vivas
hablando para los muertos:
papel anhelante, humano,
sin ojos que puedan serlo.
Mientras los colmillos crecen,
cada vez más cerca siento
la leve voz de tu carta
igual que un clamor inmenso.
La recibiré dormido,
si no es posible despierto.

Y mis heridas serán
los derramados tinteros,
las bocas estremecidas
de rememorar tus besos,
y con su inaudita voz
han de repetir: te quiero.



Casi tan importante como su labor poética fue la obra epistolar de Miguel Hernández. La correspondencia mantenida con Pablo Neruda, con Miguel Aleixandre, sus amigos, la mantenida con Josefina Manresa, con sus amantes, con Ramón Sijer y el pasado dejado en Orihuela tanto física como mentalmente, con aquellos que intentaron ayudarle cuando cayó en las manos de los franquistas, incluidos quienes intentaron hacerle renegar de sus ideas sin ningún éxito.

Comenzando la sección por la correspondencia con Josefina Manresa, debemos aclarar las dos fases de su relación; antes de ir a Madrid, Miguel H. se comunicará con ese amor inevitablemente casto dejado en Orihuela, mientras que, durante su permanencia en la gran ciudad, intentará, sin conseguirlo, que dicho amor comprenda el cambio operado en su vida. No lo entenderá, Josefina, y romperán la relación.

Miguel Hernández, hombre él, contaba con la movilidad propia de su género en la época, movilidad negada a las mujeres. Desde la condena a la mezquindad de los pueblos y los encierros en las casas, de las Iglesias, la religión y las costumbres, poco o nada podían entender las mujeres que se quedaban atrás y, sin embargo, no hacían nada tampoco por romper con la tradición, los curas, las familias agobiantes, antes, al contrario, defendían ese orden de las cosas, convirtiéndose con ello, en guardianas de la moral establecida. Ese fue el caso de Josefina Manresa. Por supuesto, es esta una cuestión a debatir, hasta dónde lo fue o no lo fue y por qué lo fue.

Miguel vivió en Madrid una libertad negada en la cerradumbre de un pueblo, incluyendo en esa libertad el conocido romance con Maruja Mallo y la amistad con María Cegarra, con quien también se escribió, para acabar volviendo a la relación con Josefina Manresa, la cual, además de darle siete hijos de los que sobrevivirían cuatro, no le abandonaría en los peores momentos de su vida, permaneciendo, a través de las cartas, con él hasta el final.

¿Fueron escritas las cartas a una Josefina idealizada, a una representación del amor en la mente del poeta que poco tenía que ver con la Josefina de carne y hueso? 

Es probable. A Miguel Hernández le ahogaban las relaciones de su pueblo y parecía que no le terminaban de satisfacer o no se terminaba de adaptar a las relaciones de los grupos bohemios de la ciudad, que no eran, ni mucho menos, las de todo Madrid. Hubieran podido llegar a serlo, hubieran podido abrir muchas más puertas cerradas a cal y canto en las mentes de sus conciudadanos por una sociedad represiva de haberse mantenido el gobierno más progresista de la República o triunfado la Revolución en la guerra.



Bibliografía: 

-Cartas a Josefina Manresa de Mª Paz Hernández Egido (Disponibles en PDF gratuito en la página del Instituto Cervantes).

-Cartas a Josefina por la autora Concha Zardoya (Disponibles en PDF gratuito en la página del Instituto Cervantes).

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